Diario de Pepín. Día 61

Hay días que pasan como sin darse cuenta, como si fueran la continuación del anterior y la promesa del siguiente en una cadena de eslabones iguales. Y luego hay otros en los que parece que no toco el suelo con las patas, en los que avanzo tanto, tanto, que me da un poco de vértigo mirar para atrás.

Pues hoy es un día de esos de ir volando. Lo fue el día en que, sin más, pude aguantar mi vejiga hasta que mamá me sacó a la calle, y el día que pude subirme al sofá de un salto tan grande que parecía imposible porque no tenía alas, y el día en que, viendo las chanclas de mamá a mi alcance, decidí que era mejor jugar con los peluches.

Pues hoy, al hacer pis en la hierba, he levantado la pata trasera izquierda. No ha sido mucho, no; luego he vuelto a hacer pis y he hecho como siempre, apretando los riñones y poniendo cara de circunstancias. Levanté la pata como sin querer  y dudando de que pudiera mantenerme sobre tres patas; de hecho, la bajé en seguida, pero eso no cambia las cosas: la levanté, como hacen los perros grandes.

Y, para rematar, al llegar a casa, mamá fue a cambiarse de ropa al dormitorio y, de pronto, como una aparición, me vio frente a ella, sobre la cama. Sobre la cama. Todavía no sé cómo pude subirme yo solo, si es altísima. Bajarme ya llevo mucho tiempo haciéndolo, pero subirme era impensable para mí; hasta hoy. Voy de sorpresa en sorpresa.

Diario de Pepín. Día 52

Mamá dice que solo me faltan los granos para ser un adolescente. Yo la escucho atentamente, pero no entiendo qué quiere decir. Ella sabrá. Las madres saben cosas que nosotros nunca llegamos ni a imaginar.

Supongo que se refiere a que soy un cachorro con ganas de ser grande y a que he crecido pero sigo siendo un cachorro. Vamos, que ni yo sé muy bien lo que soy. Unos días, o unos ratos, los dientes no me dejan en paz y me tiro a morder todo, y otros me pongo mimoso y le pido a mamá que me coja en brazos y me acaricie la tripa. ¡Se está tan bien en brazos de mamá! Escucho su corazón mientras me acaricia la cara y la barriguita… podría pasarme las horas muertas así, hasta que me da un repente y salto a perseguir a Sofía o a recorrer el pasillo con un peluche en la boca. Yo mismo me extraño de estos cambios de humor, pero me dejo llevar; será lo mejor.

Hoy no me he hecho pis en casa. Mamá se puso contenta. Y yo también.

Diario de Pepín. Día 51

Hay días en los que todo sale bien y hay días en los que todo sale mal. Bueno, empezar el día haciendo pis en casa es el aviso de que todo va a ir mal. ¡Y mira que me esfuerzo! ¡Y mira que lo intento! Que yo tengo muy clarito que mamá me ha dicho que no puedo hacer pis en la cunita de tela azul que antes era de Sofía, que yo lo sé… Pero no sé si sería porque ayer bebí más agua, o por el trocito de sandía que me dio mamá por la noche, el caso es que ya no aguantaba más y, eso sí, como yo sé que no debo hacerlo en la cunita azul lo hice justo al lado  pero la camita se quedó pingando otra vez.

Diario de Pepín. Día 10

Hoy, mamá no salió coja de la ducha y se quedó muy sorprendida, así que yo moví el rabo y las patitas,  y los dos, tan contentos.

Todas las mañanas yo espero a que ella acabe de desayunar para salir a dar una vuelta, y no sé si es que hoy tardaba más de lo normal o es que yo había bebido mucha agua, pero no pude resistirme y me fui al empapador del balcón. Y mamá me hizo cariñitos porque no le había manchado el piso de pis.

A mí me gusta mucho salir por las mañanas, porque hace fresquito y hay muchísimas cosas para oler sin que me estorbe la gente. Luego ya me canso de dar brincos y remoloneo, pero mamá pone tensa la correa y me obliga a ir a su lado. Cuando yo sea grande tendré más fuerza que la correa de mamá y, además, entonces ella me dejará suelto en el parque porque ya no tendrá miedo de que vaya a perderme.

Por la noche, antes de acostarnos, volvemos a salir. Yo estoy muy a gusto en el sofá pero ella se empeña porque dice que así aguanto la noche entera. Luego ya, cuando me veo en la calle estoy contento de haber salido porque, además, pasan muchos chicos y chicas que me dicen cosas bonitas, y se paran a mirarme y a hacerme cariños. Y uno se siente muy bien cuando le hacen cariños.

Diario de Pepín. Día 6

Hoy no hemos ido a la oficina. Mamá dijo que era sábado y me dejó casi toda la mañana en casa, con Sofía. Sofía es un poco sosa. Se tumba en la cama y no quiere jaleos. Menos mal que yo he estado atareado sacando sus juguetes de una caja de cartón. Si no es por mí, que los he sacado todos, ni se acordaba de que los tenía. Luego me he escondido entre los zapatos de mamá, y, cuando ella volvió no me encontraba, porque me quedé dormido encima de una chancla. Me gustan los zapatos de mamá. Cuando se ducha, yo me quedo en el baño y le pido que me deje entrar con ella y, como no me hace caso, me llevo sus chanclas hasta mi camita y luego corro a lamerle las piernas mojadas. Ella protesta un poco pero yo hago como que no la oigo; y así andamos todas las mañanas, yo le quito las chanclas a ella y ellas me las quita a mí después.

Dice mamá que va a empezar a pensar como un perro, para adelantarse a mis tropelías. Antes ella se levantaba y se iba a la ducha directamente y ahora tiene que mirar por donde pisa por si hay pis, y mirar si Sofía ha hecho caca en el arenero para que no me de tiempo a cogerlas y, luego, abrir el balcón para que salga por si quiero mear en los papeles de periódico que ha puesto sobre el empapador allí. Ayer se enfadó porque, de dos lengüetazos, en un visto y no visto, me acabé la comida blanda de Sofía, así que, ahora, también la coloca en la encimera de la cocina, para que ella coma y yo no alcance; pero a Sofía no le gustan esos cambios y todo el tiempo va al sitio donde antes tenía su comedero.

Yo intento portarme bien, porque nada me gusta más que los cariñitos que me hace mamá, pero se me olvida lo que ella quiere que yo haga. Supongo que es porque soy pequeño todavía, y  porque llevo muy poco tiempo aquí. Pero me esfuerzo; me esfuerzo mucho.