Impunidad

Tenía prisa; quizás por eso, cuando fue a abrir la puerta del coche y vio el espejo como desmayado, colgando de lado, no se acordó. Maldijo en voz baja y sacó del maletero la rueda de cinta americana para reparar el desaguisado, arrancó el vehículo y se alejó sin acordarse aún, maldiciendo de nuevo y con el enfado invadiendo su rostro como una ola de lava.

Una hora después conducía por la autovía, bajo la lluvia, sorteando coches fantasmales en medio de la neblina. Miró por el espejo retrovisor y solo vio un intenso aerosol de agua gris contra un asfalto y un cielo grises; miró por el espejo reconstruido y, aunque modificó su posición para ganar ángulo, no pudo ver nada en aquel cristal inútil. Aún entonces, siguió sin acordarse. No fue sino hasta el momento en que inició la maniobra de adelantamiento, cuando el camión que le adelantaba a su vez -y que él no había visto por el espejo roto-, lo arrolló como si fuera de juguete, y lo lanzó haciendo trompos contra los otros coches y contra el muro del arcén, cuando, mientras su cerebro se vaciaba de cualquier realidad y todo dejaba de tener sentido, recordó con total nitidez una madrugada de hace más de treinta años, cuando la panda salía a beber y a ponerse a tono y el alcohol ya les había soltado la lengua, primero, y los impulsos, después, y aquella chica de la disco le había hecho la cobra delante de todos, y salieron a la calle con los pies inseguros y los ojos brillantes, guaseándose de la gracia y de su desgracia, y le entraron ganas de vengarse de ella y demostrarles a ellos con quién se jugaban los cuartos, y se fue hacia el único coche que quedaba a aquellas horas en la calle con la misma resolución que si fuera el suyo, para colgarse de uno de los espejos hasta que un chasquido como de cuello roto le avisó, y lo dejó así, colgando de los cables, como desmayado.

Metamorfosis

Se le anudaron de nuevo las rodillas y hasta levantar los pies del suelo se le hizo una tarea tan pesada como si fuera empujando el mundo a base de riñones él sólo. Pensó si la tensión le estaría dando guerra otra vez, quizás la pastilla de la mañana se estuviera quedando corta, y lo que le cortaba la respiración con un nudo fuera sólo la crónica de una muerte anunciada. Ya lo sabía, ya, que aquellas discusiones le dejaban sin fuerzas, que, según su madre, uno no tiene que aguantarse con todo, y que, según su padre, cada vez aguanta uno menos y así nos va. El que se come las uñas se alimenta de miedos escuchó cuando un listillo recién llegado se le quedó mirando con los ojos clavados en aquellas manos de dedos achatados, sembrados de padrastros, doloridos alrededor de las uñas ninguneadas a base de mordiscos.

Se miró al espejo con esfuerzo, como si tuviera que levantarse en peso para conseguir verse de cuerpo entero en la luna vertical. Como si se tratara de otro, miró al frente con detenimiento, tratando de conocer al hombre que tenía enfrente, alicaído, cansado, con los hombros encogidos, y no sintió el menor afecto por él. Se tocó los bordes de los dedos con los pulgares, como si reconociera al tacto un objeto familiar, se miró las uñas y recordó la maldita frase. Se metió los dedos en la boca, a puñados, y empezó a comerse los miedos con fruición, hasta el empacho, por última vez. El sabor de la sangre le avisó del final, miró de nuevo la imagen del espejo y pudo ver al hombre más erguido, con derecho a respirar y mirar de frente; le gustó aquella mirada que, al instante, hizo suya y se supo capaz de pelear, de rebelarse, de vivir.

Identidad

20 de enero

Hoy me he mirado al espejo por primera vez y no me he reconocido. Los médicos dicen que todo va muy bien y es verdad que dolores, apenas tengo. Pero tengo la cara hinchada y como de cartón. Lo peor son las pesadillas; sería mejor no dormir que dormirme reviviendo la explosión y el olor a carne quemada y verme las manos cubiertas de trozos de piel que se desprenden de mi cara.

15 de febrero

Llevo unos días en casa. Si no fuera por Alicia, me vendría abajo. Los niños llegarán hoy. Estoy asustado, muy asustado. Sólo Alicia me mantiene unido al mundo que tuve.

1 de marzo

Salgo a la calle y me veo reflejado en los escaparates y no me reconozco. Me miro en el  espejo cada mañana y no sé quién está al otro lado. A veces me levanto de madrugada, agitado por una pesadilla, la misma pesadilla de siempre, y me miro en el espejo del lavabo y no sé quién soy. El hombre del carnet de identidad ya no existe, el hombre de las fotos familiares no soy yo. Tengo que volverme hacia la cama para ver a Alicia dormida y darme cuenta de que debo ser yo porque ella es mi mujer y está conmigo.

10 de marzo

Hoy volvía de la calle, y decidí entrar en casa saludando a voces, llamando a mis hijos. Desde que volvieron a casa, me he dado cuenta de que mi voz les tranquiliza, supongo que la recuerdan y les permite identificarme. En seguida escuché el revuelo de los niños al oírme y esperé en el hall con los brazos abiertos, pero cuando apareció Mateo, en el fondo del pasillo, se frenó en seco y se quedó apoyado en la pared, mirándome con curiosidad y con desconfianza. “Soy papá” le dije, con los brazos desmayados, pero él se volvió al salón mirándome de reojo. Alicia le quitó importancia, me besó delante de ellos, “para que se acostumbren, dijo”, me abrazó y los dos preparamos la cena; pero yo no pude probar bocado.

20 de marzo

Alicia es como una polvorilla, la explosión acabó con mi rostro y con su pasividad. Ahora destila energía y entusiasmo, supongo que para compensar los miedos de todos nosotros. Alicia me da seguridad; es el puente entre mi pasado y mi futuro, entre el antes y el después de aquello.

23 de marzo

Me besó. Alicia me cogió la cara entre las manos, me besó y me pidió que nos fuéramos a la cama. Bueno, se lo pidió a Carlos, no a mí, porque dijo “Llévame a la cama, Carlos”. Y no pestañeó. Y yo enmudecí, y me dejé llevar de la mano hasta la cama. Por la mañana también me besó y me llamó Carlos delante de los niños, “para que se acostumbren” volvió a decir, y Mateo y su hermano sonrieron mientras se comían los cereales. Parece un camino sin retorno, y yo estoy perdido, entre el pasado de Andrés y el futuro de Carlos.