A mí no me hace ninguna gracia que, cuando mamá se tumba en el sofá para echarse la siesta y yo me tumbo encima de ella, llegue Sofía y también quiera subirse. Que somos tres y el sofá es pequeño… Yo me estiro todo lo que puedo para ocupar mucho y que apenas quede sitio libre, pero no sé cómo se las apaña ella que mamá le dice que suba y, ¡zas!, se coloca encima de su pecho. Y luego ya no se mueve de allí, ni siquiera como hoy, que he estado lamiéndole el culo a ver si le fastidiaba y se bajaba, pero no, la muy sinvergüenza ha aguantado sin pestañear.
Mira que la cama es grande y Sofía ha dejado de acostarse con nosotros y luego, en el sofá, que es mucho más pequeño, tenemos que estar los tres apretujados… Y no me queda más remedio que aguantarme, claro…