Mamá dice que, cuando no me ve, es que estoy haciendo fechorías. Yo no sé qué significa eso, pero supongo que se refiere a esas cosas que los perros hacemos por necesidad; y por gusto, también. Porque siempre que lo dice es porque le muerdo cosas que ella no quiere que muerda, o asuntos así. Es que, hoy, cuando ha ido a ponerse unas zapatillas blancas, que estrenó hace quince días, se encontró con que a una le faltaba parte del talón. Que se la ha podido poner igual; pero me riñó.
Las cosas con Sofía están más tranquilas, ya no me atrevo tanto con ella porque alguna vez se ha vuelto con la mano en alto y tengo miedo de sus uñas. Pero yo veo que me tolera mucho mejor, debe ser que ya entiende que yo solo quiero jugar, que soy un cachorro y tengo que jugar y corretear. Es difícil que todo el mundo entienda a los cachorros. Pero vamos mejor, incluso a veces nos ponemos los dos en el sofá sin que esté mamá en medio. Eso sí, uno en cada esquina, pero nos miramos y no salimos corriendo.
Lo peor es que Sofía vomita de vez en cuando porque se le llena el estómago de pelos, que es que no para de pasarse la lengua y venga tragar y tragar, y yo corro todo lo que puedo para llegar a su vómito y comérmelo –huele de maravilla-, pero mamá no me deja. Mamá, en cuanto ve que Sofía está vomitando ya me está buscando a mí y diciendo eso de “NO”. Porque es mamá que, si no fuera mamá, no le iba a hacer ningún caso.
