Mamá me ha dicho, muy seria, que si no paro quieto en la cama, vuelvo a dormir en la alfombra. Y es que, cuando se sube Sofía, yo no puedo estarme quieto y nada más, tengo que mirar a ver qué hace ella –que no hace nada, la verdad- y a ver dónde está por si puedo jugar con ella un poco. Me veo en la alfombra otra vez.
Hoy he vuelto a ver al loco de Max. Es que tiene mucha fuerza, que yo he visto perros más grandes que él en el parque y son mucho más tranquilos, y me huelen, y ya está. Dice la mamá de Max que es un cachorro todavía, pero también soy yo un cachorro y no mareo tanto. Hoy nos han soltado a los dos y hemos pasado un ratito bien y, a pesar de que yo soy mucho más pequeño y mis patas son muy cortitas, siempre lo he alcanzado corriendo. Max corre mucho más desparramado, pero yo corro mucho más rápido. Estoy muy contento. Luego ya Max se revolvió con tanto juego y yo me metí entre las piernas de su mamá para que me dejara un poco en paz. Ella le gritaba “siéntate, Max, siéntate” y le empujaba el culo hacia el suelo, pero él, como si no la oyera. Su mamá dijo que algunas veces le hacía caso, “cuando le da la gana”, dijo. Yo me porto mejor que Max, porque mamá me gritó “No” cuando iba suelto por el jardín y me acercaba a la zona de los coches y yo me paré, la miré y corrí adonde ella estaba.