Nasir tiene algo más de cuatro años, pero aparenta casi seis, de alto que está. Nasir es todo ojos, el pelo recio y oscuro bordeando un rostro afilado y pálido de niño mayor. Entra en la consulta de la mano de la madre, un poco rezagado, y se apoya con las dos manitas en el borde de la mesa cuando ella se sienta para explicarme lo que le pasa. Nasir me mira desde sus dos ventanales negros y no dice nada, ni siquiera cambia de expresión cuando yo le pregunto, mira a la madre pidiéndole en silencio que responda por él y yo bromeo preguntándole si se le han llevado la lengua cuando lo operaron de anginas, hace unos días. No, Nasir no me responde pero me mira embelesado, diciéndome sin voz que tiene lengua, que puede hablar, pero que no piensa hacerlo. Me dirijo a él como si no estuviera la madre, le pregunto y espero que me responda para que se dé cuenta de que él es importante para mí, le indico que se siente en la camilla -la madre le ayuda aunque él colabora- y le hablo para que pierda el miedo, aunque no parece que tenga miedo. Siento sus ojos tras de mí mientras me muevo y abre la boca antes de que se lo pida, adivinándome. Todo está bien, la madre se tranquiliza y Nasir sigue mirándome con curiosidad y en silencio, sin hacer amago de bajarse de la camilla, de modo que bromeo sobre los helados que debe haber comido desde que lo operaron –ningún niño se resiste a la influencia de un helado, aunque solo sea imaginándolo-, le acaricio el pelo recortado y duro con la palma de la mano y le animo a bajarse para irse. La madre le insiste en que dé las gracias, pero Nasir no habla, lo sacude un poco por el brazo insistiendo y le apremia: “Pues dile adiós, que ha sido muy amable contigo… Dile adiós, Nasir”. Nasir me mira con un brillo en la mirada que habla por él, y, ya en el pasillo, de la mano de su madre, se vuelve y me dice en voz alta: “¡Adios, guapa!”. Y la risa de su madre se funde con la mía.
!Ay madre mía, que tierno!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Delicioso, como el helado… uhm!!
Me gustaLe gusta a 1 persona