Los cachorros tenemos que aprender tantas cosas, tantas cosas nos pasan por primera vez que no sé yo si, cuando deje de ser cachorro, me habrá dado tiempo a todo.
He visto llover por primera vez, una lluvia suavecita que apenas se veía caer pero sonaba al golpear sobre la grama y sobre la tierra. Yo había visto la lluvia desde abajo que riega los jardines cada mañana pero esto es otra cosa, en la lluvia de esta mañana el aire olía a fresco y a mar y las gotitas que me caían en los hocicos me hacían cosquillas. Pero también he oído cómo se rompía el cielo sobre mi cabeza, que iba yo todo chulo a explorar el jardín cuando, de pronto, hubo un estruendo terrible y el aire tembló a mi alrededor y creí que todas las piedras del mundo iban a caer sobre mí. Antes de pestañear dos veces ya me había metido en casa, a todo meter. Mamá dijo que no tuviera miedo, que eso era un trueno y que a todos los perros nos asustan mucho las tormentas. ¡Cómo no nos van a asustar, a todo el mundo le asustarán, digo yo!
Bueno, pues, además de la lluvia y de los truenos, he aprendido una cosa nueva. Aún no me atrevo a meterme yo solo en el coche, pero ya sé bajarme yo solito. Mamá me quita el amarre de seguridad que me pone para viajar y me coloca la correa de paseo y luego ya me deja a mí solo que, de un saltito baje del asiento, y de otro más salga del coche. Y eso hago, que me bajo todo orgulloso y luego espero a mamá y ella me mira y yo sé que también está muy orgullosa de mí.