Diario de Pepín. Día 62

Lo que no puede ser es que mamá haya comprado la camita nueva y Sofía se la haya cogido como suya. Que ella tiene otra que es solo para ella, como una especie de hamaca que a mí no se me ocurre tocar porque está un poco levantada del suelo, y, además, ella se tumba en la mesa grande del salón, y encima del radiador y en todos los sitios altos que, por esa razón, son sitios de gatos y no de perros. ¡Hombre, y que, desde que trajo mamá la cama nueva, se planta en el medio y no hay quién la mueva de allí! Que mira que podíamos estar los dos, pero no, ella, en el medio. A mí me encanta estar en el sofá al lado de mamá, pero me fastidia ver que, aunque quisiera, no podría estar en la cama nueva. Tan harto me tiene, que, una de las veces que me he despertado, sin que Sofía tuviera tiempo de reaccionar, he dado un salto desde el sofá y me he plantado en la camita. Casi le caigo encima y, ha sido caer yo y salir pitando ella. Hasta mamá se sorprendió, pero se dio cuenta de la jugada, claro.  

En realidad yo paré poco, muy poco, allí; pero, al menos, le enseñé a Sofía que las cosas no son suyas porque sí, y que está muy acostumbrada ella a esquivarme cuando corro detrás porque, de un salto, se sube a los muebles y me deja chafado pero, en el suelo, somos los dos iguales, incluso yo soy un poco más igual que ella.

Antes…
Y después…

Diario de Pepín. Día 13

Mamá me ha comprado una camita nueva, dice que para que no asocie la vieja con hacer pis en ella. En realidad, la ha comprado porque yo había mordido la tela y había sacado trozos de espuma pero así ella aprovecha para decirme que ese no es sitio de mear. Es que no puedo resistir la necesidad de morder todo y las pelotas de goma no se rompen, pero la camita, sí.

Dice mamá que, en cuanto se sienta en el sofá ya estoy yo pidiendo que me suba, pero es que se está muy agustito allí, a su lado, y me quedo dormido en seguida pegado a su pierna. Por la noche sigo durmiendo en la alfombra. A mí no me importa porque espero que algún día me deje dormir con ella, como hace Sofía. De momento, ella deja sus chanclas a mi lado y yo coloco mi cabecita encima para dormir.

En la calle tengo muchísimo trabajo. Entre las cagadas de las palomas, las meadas de perro, la gente que se para a decirme cosas y los perros que se cruzan conmigo y quieren olerme, no paro un momento. Mamá a veces se enfada, porque me siento en la calle y no quiero caminar o pego un tirón para ir a oler algo, pero yo creo que eso es algo que va en nuestra naturaleza. Al fin y al cabo, ella no quiere esperar cuando yo voy a comer basura y yo no quiero esperar cuando ella va a retirar mis cacas. Supongo que será para compensar.