Mamá está muy triste; lo noto en cómo me mira. Ella sale al balcón y mira la calle desierta y, hoy también, la nieve que cae. No hay gente en la calle, apenas pasan algunas personas y yo no me encuentro con perros con los que jugar. Me he puesto muy contento esta mañana porque, al salir a hacer pis, caían copos enormes de nieve que yo me comía nada más caer al suelo, pero luego ya también se me pasó la gracia y solo notaba el frío.
Mamá se ha ido a trabajar. Dice que va a estar sola y que, por eso, no va a contagiar a nadie y nadie la va a contagiar a ella. Pero la he oído hablar por teléfono y se le cortaba la voz cuando decía algo del esfuerzo que está haciendo mucha gente para que no nos pase nada, para que se mueran menos personas y para que respetemos la vida propia y la de los demás (eso decía) y se le empezaron a caer unos lagrimones como yo nunca le había visto. Y también se ha enfadado mucho con un inglés –yo no sé quién es pero ella se enfadó mucho- y con “todos los indeseables egoístas” que desprecian a los demás. Eso dijo.
También dice que le da mucha pena no poder abrazar al chico de la gorra. Por eso yo me pego a ella y apoyo la cabeza en su pierna y entonces ella me abraza. A Sofía también la acaricia, porque Sofía está más mimosa que antes, debe ser que le da envidia.