Cuando era pequeño todo mi afán era descargar la vejiga en el primer trozo de hierba que veía y luego me iba entreteniendo con todo lo que encontraba: una hoja, un papel, un trocito de pan… Pero ahora eso de mear con la pata levantada me ha abierto nuevos horizontes. Ahora tengo mucho que hacer, mamá apenas tiene que reñirme en la calle por quedarme pegado al suelo o salir disparado por cualquier cosa; ahora tengo prisa al caminar porque tengo que investigar a todos los perros que han pasado por allí antes que yo. Yo no tenía ni idea de cuántas farolas, papeleras y árboles había en el barrio, quizás porque siempre iba mirando a ras de suelo. Pero ahora voy de una en otro, deprisa y corriendo, oliendo y marcando como el que más. Bueno, en realidad huelo todas y cada uno, pero marco menos de la mitad porque la vejiga no me da para más. ¡Y mira que intento dosificarme, pero nada!.