He tenido un día rabioso, de esos que, de pronto, no puedes estarte quieto y, si toca salir a la calle, sales como un loco tirando de la correa con tanta fuerza como si quisieras arrastrar el mundo. Y casi lo arrastras, o, al menos, casi arrastro a mamá, que viene a ser lo mismo.
Yo creo que la culpa es de esta forma de crecer que tenemos los perros. Y de los dientes, claro, que ayer estaba yo jugando, como juego con todo lo que me llevo a la boca, y mamá se extrañó del sonido que hacía mi juguete al caer al suelo. Y miró y lo cogió en su mano y resultó que estaba jugando con una muela que se me había caído. Que yo nunca pensé que costara tanto hacerse grande.
