Diario de Pepín. Día 84

Hoy he visto otra vez a mi papá de antes. Mamá me había llevado a un sitio que no conozco, donde había gente que tampoco conocía. Menos mal que al cabo de un ratito apareció Byron, mi hermano mayor –aunque todos nacimos el mismo día él era el más grande y el más parecido a mamita Alba-. Luego llegó Linda, pero apenas jugamos hasta que llegó Bri. Bri ahora se llama Luca, y no ha cambiado nada desde que se quedó en casa con Vicky y conmigo, hasta que me vine con mamá y con el chico de la gorra. Estuvimos juntos los tres –Bri, o Luca, o como quiera que se llame ahora- Vicky y yo mucho tiempo después de que se fueran todos los demás, con familias que llegaban a vernos y que se iban enamorando de todos. De todos ellos.

Hoy querían hacernos unas fotos y a mí me tocó con Luca. Se empeñaban en que nos sentáramos y nos estuviéramos quietos, pero es que eso es prácticamente imposible. Mamá sabe que yo solo me siento cuando veo a otro perro venir desde lejos. Yo me siento y me quedo observando  hasta que se acerca lo suficiente como para ponerme de manos y bailar delante de sus hocicos. Pero sentarme para estarme quieto, sin más, me parece una tontería de las grandes.

El caso es que, cuando salimos a la calle, mi papá de antes estaba allí. Yo no sabía cuánto les quiero, a él y a mi mamá de antes, hasta que lo vi allí, junto a la puerta. Empecé a mover el rabo y a contonearme y me fui derechito a meterme entre sus piernas. Y él me acarició como siempre, como si no hubiera pasado el tiempo.

Paula sabe.

A Paula le encanta quedarse a estudiar en casa de Inés porque su madre les prepara unas meriendas que parecen salidas de los programas de cocina de la televisión. También le gusta mucho salir a patinar con sus amigas, pero lo que más le gusta, por encima de todo eso, es salir con su padre a comerse una hamburguesa o salir de compras con él. Inés no lo entiende. Dice que el suyo tiene un gusto horroroso para vestirse y que sólo le faltaba salir con él para comprarse la ropa; que menos mal que siempre va con su madre, aunque, al final, Inés siempre acaba mosqueada porque no se ponen de acuerdo en sus gustos.

A Paula todo esto le suena un poco extraño, le cuesta imaginar qué haría su madre en un caso así. Cuando echa la vista atrás se ve, con cinco o seis años, en los columpios del parque, y a papá vigilando para que no le pase nada; ve a papá leyéndole un cuento antes de dormirse, y a papá cogiéndole la mano y la mochila para llevarla al colegio… Algunos días también recuerda a mamá, como si se moviera en medio de la niebla, y esos días se va a la cama pensando que quiere soñar con ella, porque, en sueños, Paula ve a mamá con claridad. La primera vez que soñó con su madre, muy al principio, Paula se despertó llamándola y se echó a llorar cuando vio que no estaba. Papá corrió a su cuarto, la abrazó muy fuerte y lloró con ella hasta que los dos se quedaron secos de lágrimas. Después se fueron al sofá, ella muy pegada a él y él abrazándola por los hombros, y  estuvieron viendo fotografías de las últimas vacaciones que pasaron juntos.

Inés ha llegado esta tarde llorando porque Lola, su perra, ha muerto. Era la primera vez que estaba preñada y el veterinario ya les había dicho que tendría un parto difícil. Al final había tenido que hacerle una cesárea y Lola no había podido resistirlo. Lola traía cuatro cachorros pero tres habían nacido ya muertos.

Inés llora desconsolada y Paula intenta calmarla pasándole la mano por el cabello y susurrándole al oído hasta que siente que a ella también se le ahogan las palabras en llanto. Entonces la abraza y siguen juntas hasta que los sollozos de Inés se agotan.

-Escucha, Inés; yo quiero ese cachorro. Yo puedo cuidarlo, yo puedo quererlo. Saldrá adelante, ya lo verás.

Inés no sabe qué decir y se sorbe los mocos.  Paula insiste y le coge las manos para que solo atienda a lo que ella le dice:

-Inés, Inés, mi padre no va a decir nada. Mi padre va a estar de acuerdo. Yo sé cómo cuidarlo. Yo sé cómo querer a un cachorrito sin madre…

Inés asiente en silencio y las dos van hasta su casa cogidas de la mano.