Hoy he visto otra vez a mi papá de antes. Mamá me había llevado a un sitio que no conozco, donde había gente que tampoco conocía. Menos mal que al cabo de un ratito apareció Byron, mi hermano mayor –aunque todos nacimos el mismo día él era el más grande y el más parecido a mamita Alba-. Luego llegó Linda, pero apenas jugamos hasta que llegó Bri. Bri ahora se llama Luca, y no ha cambiado nada desde que se quedó en casa con Vicky y conmigo, hasta que me vine con mamá y con el chico de la gorra. Estuvimos juntos los tres –Bri, o Luca, o como quiera que se llame ahora- Vicky y yo mucho tiempo después de que se fueran todos los demás, con familias que llegaban a vernos y que se iban enamorando de todos. De todos ellos.
Hoy querían hacernos unas fotos y a mí me tocó con Luca. Se empeñaban en que nos sentáramos y nos estuviéramos quietos, pero es que eso es prácticamente imposible. Mamá sabe que yo solo me siento cuando veo a otro perro venir desde lejos. Yo me siento y me quedo observando hasta que se acerca lo suficiente como para ponerme de manos y bailar delante de sus hocicos. Pero sentarme para estarme quieto, sin más, me parece una tontería de las grandes.
El caso es que, cuando salimos a la calle, mi papá de antes estaba allí. Yo no sabía cuánto les quiero, a él y a mi mamá de antes, hasta que lo vi allí, junto a la puerta. Empecé a mover el rabo y a contonearme y me fui derechito a meterme entre sus piernas. Y él me acarició como siempre, como si no hubiera pasado el tiempo.