Paula sabe.

A Paula le encanta quedarse a estudiar en casa de Inés porque su madre les prepara unas meriendas que parecen salidas de los programas de cocina de la televisión. También le gusta mucho salir a patinar con sus amigas, pero lo que más le gusta, por encima de todo eso, es salir con su padre a comerse una hamburguesa o salir de compras con él. Inés no lo entiende. Dice que el suyo tiene un gusto horroroso para vestirse y que sólo le faltaba salir con él para comprarse la ropa; que menos mal que siempre va con su madre, aunque, al final, Inés siempre acaba mosqueada porque no se ponen de acuerdo en sus gustos.

A Paula todo esto le suena un poco extraño, le cuesta imaginar qué haría su madre en un caso así. Cuando echa la vista atrás se ve, con cinco o seis años, en los columpios del parque, y a papá vigilando para que no le pase nada; ve a papá leyéndole un cuento antes de dormirse, y a papá cogiéndole la mano y la mochila para llevarla al colegio… Algunos días también recuerda a mamá, como si se moviera en medio de la niebla, y esos días se va a la cama pensando que quiere soñar con ella, porque, en sueños, Paula ve a mamá con claridad. La primera vez que soñó con su madre, muy al principio, Paula se despertó llamándola y se echó a llorar cuando vio que no estaba. Papá corrió a su cuarto, la abrazó muy fuerte y lloró con ella hasta que los dos se quedaron secos de lágrimas. Después se fueron al sofá, ella muy pegada a él y él abrazándola por los hombros, y  estuvieron viendo fotografías de las últimas vacaciones que pasaron juntos.

Inés ha llegado esta tarde llorando porque Lola, su perra, ha muerto. Era la primera vez que estaba preñada y el veterinario ya les había dicho que tendría un parto difícil. Al final había tenido que hacerle una cesárea y Lola no había podido resistirlo. Lola traía cuatro cachorros pero tres habían nacido ya muertos.

Inés llora desconsolada y Paula intenta calmarla pasándole la mano por el cabello y susurrándole al oído hasta que siente que a ella también se le ahogan las palabras en llanto. Entonces la abraza y siguen juntas hasta que los sollozos de Inés se agotan.

-Escucha, Inés; yo quiero ese cachorro. Yo puedo cuidarlo, yo puedo quererlo. Saldrá adelante, ya lo verás.

Inés no sabe qué decir y se sorbe los mocos.  Paula insiste y le coge las manos para que solo atienda a lo que ella le dice:

-Inés, Inés, mi padre no va a decir nada. Mi padre va a estar de acuerdo. Yo sé cómo cuidarlo. Yo sé cómo querer a un cachorrito sin madre…

Inés asiente en silencio y las dos van hasta su casa cogidas de la mano.

Autor: AdelaVilloria

Trabajo para poder comer. Escribo para poder vivir.

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