Sofía es un poco rarita, o, a lo mejor, es que los gatos hacen cosas raras. Cuando mamá está en el baño, se sube al lavabo para beber agua del grifo. Que luego, la muy tonta, bebe tanta, que, a veces, vomita. El caso es que también bebe del bebedero donde bebo yo. Yo creo que lo del grifo lo hace por darse importancia, para que yo vea cómo es capaz de subirse a los sitios y yo no. Cuando Sofía bebe del bebedero mete primero la mano, y, cuando se la moja, la sacude y luego ya bebe. ¡Como si no supiera que está lleno de agua limpia, que por eso no la ve, porque está limpia y es transparente!
Otra cosa que hace Sofía es salir corriendo al rellano de casa cuando nosotros vamos a salir. Que ella ya sabe que no puede salir a la calle, pero se da una vuelta hasta las escaleras y luego vuelve. Lo que pasa es que, de vez en cuando, intenta subirse a otro piso y nosotros tenemos que estar muy atentos para no dejarla hacer, que luego le da miedo y empieza a maullar y se pone en la puerta que está encima de nuestra casa, como si se le olvidara que ha subido. Los días normales se conforma con dar una vueltita, pero muy lenta, tanto que, si no es por mí, que la meto en casa a la carrera bajo amenaza de subirme encima, nos quedaríamos nosotros sin salir por su culpa, nada más que mirando cómo ella se pasea en nuestras narices.
Lo de las siestas ya lo hemos arreglado; al final yo me quedo entre las piernas de mamá, debajo de la manta, y ella se sube sobre su pecho, mirándola a la cara, y sobre la manta. Así los dos sabemos que estamos, pero, al no vernos, es como si se nos olvidara en seguida.