Diario de Pepín. Día 100

Yo creía que hoy sería un día normal de oficina, pero no. Hemos salido por la mañana como si fuera domingo, más tarde y más rato. A mí eso me gusta, me gusta mucho porque puedo olfatear más tiempo y por más sitios y, además, hay poca gente en la calle. Que a mí, ver muchos pies y verlos muy cerca me da un poco de miedo y, cuando me quiero dar cuenta, tengo las orejas gachas y el rabo entre las piernas.

Después mamá me ha hecho entrar en el coche a rastras porque yo no quería. No es que no quisiera ir a ver a los abuelos, no; que siempre se ponen muy contentos de verme y me dan pedacitos de pan, es que no me gusta que el coche se mueva tanto. A mí me gusta moverme yo. Entre unas cosas y otras apenas he dormido, porque dormir en el coche no es dormir, que bastante tengo yo con no marearme.

Y después, que mamá parecía hoy incansable, hemos ido a un sitio que tampoco me gustaba, incluso mamá me cogió en brazos porque se daba cuenta de que tenía miedo. Los que estaban allí debían ser amigos suyos; yo no los conocía pero ellos sí me conocían a mí, no sé cómo. Mamá estuvo viendo las cosas que había y dijo que todas eran muy bonitas y que iba a volver otro día sin mí, para estar más tranquila. Buf, menos mal, porque, entre el miedo y el cansancio yo ya sólo pensaba en dormirme en el sofá.

Autor: AdelaVilloria

Trabajo para poder comer. Escribo para poder vivir.

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