Diario de Pepín. Día 43

Me he llevado un susto de muerte. Mamá me ha comprado una correa extensible que me gusta mucho, porque puedo corretear por ahí sin que parezca que voy atado. Puedo marchar muy lejos de mamá sin peligro. Además, han puesto carteles en los parques y en la hierba diciendo que los perros no pueden ir sueltos y siempre hay alguien que protesta al vernos sin atar, aunque los perros vayamos a lo nuestro y ni siquiera les miremos.

Pues el caso es que, en casa, mamá me puso el arnés y la correa para salir, pero luego se acordó de algo que tenía que hacer antes y me dijo “¡quédate aquí un momento, quédate quieto!” y yo la miré sin pestañear como si ya, desde ese momento, me hubiera quedado quieto para siempre. Pero el espíritu de los cachorros tiene super poderes y, en cuando mamá se dio  la vuelta, yo empecé a ir detrás. ¡Qué horror, qué ruido más infernal el de la caja donde se enrolla la correa, dando contra el suelo de madera! Yo me asusté muchísimo, cuanto más ruido hacía más corría yo, y más ruido hacía entonces… Pude esconderme debajo de la cama; ni siquiera me di cuenta de que, al parar yo, paraba el ruido; y mamá venga a buscarme y no me encontraba en ninguna habitación. Hasta que me atreví a salir de mi escondite para correr hacia ella y ¡otra vez aquel ruido atronador que me perseguía! Menos mal que mamá nos paró en seco en medio de la carrera, a la correa y a mí. Y Sofía, observándonos tranquilamente desde el sofá, que esta vez no iba la carrera con ella.

Autor: AdelaVilloria

Trabajo para poder comer. Escribo para poder vivir.

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