Por las mañanas tengo mucho trabajo en la calle. Aunque haya pasado el camión que echa agua a chorros, quedan muchos olores de la gente y de las mesas y las sillas que ponen durante el día. Bueno, quedan olores y muchas otras cosas también, los restos chiquititos de lo que la gente ha comido en la calle. Y algún vaso de helado, que está de rechupete. Mamá me riñe a cada rato, porque no le importa que huela, pero no quiere que coma cosas del suelo, que, a saber qué me meto en la boca con el afán de comer.
Cuando vamos por los jardines, paso casi siempre por el mismo sitio, porque hay un trozo de hierba, al lado de las mesas y las sillas, donde todos los días encuentro trozos de pan. Y si yo me engancho a un trozo de pan no hay quien me lo quite. Bueno, mamá podría quitármelo de la boca, eso sí, pero mamá no me lo quita porque el pan es bueno para los perros, y a mí, me encanta.