No es que yo quiera disculparme, es que de verdad pienso que no es mi culpa, o, al menos, no del todo. Ya lo dice toda la gente cuando me ve, que yo soy un cachorro, y los cachorros… hacen cosas propias de cachorros.
Esta mañana me levanté con mucho sueño, y, mientras mamá se duchaba, yo me fui a dormir a mi camita, que es el sitio de dormir más cercano a mamá cuando se ducha. Hoy no había motivos para quejarse, no me llevé sus chanclas, ni sus bragas, ni tiré la papalera; ¡pero es que ella tarda mucho en sacarme a la calle! Que si se ducha, que si se da crema, que si se seca el pelo después de darse mil potingues, que si desayuna… total que, de pronto, se dio cuenta de que había huellas de patitas mojadas en la tarima. “Demasiadas para ser salpicaduras del bebedero”, dijo. Y se puso a dar luces y a seguir mis huellas mejor que los rastreadores antepasados míos… y lo encontró, claro: Encontró una señora meada en la sábana de su cama que colgaba hasta el suelo. Y me metió los hocicos, o casi, en la sábana diciendo “no, ahí no”. Pero es que mamá me había quitado el empapador y yo tenía muchas ganas de salir y el sitio que más se parecía al empapador… era la sábana. Que a mí me gusta más la hierba, que ella lo sabe de sobra, pero si no tengo hierba y tengo que mear… pues aprovecho cualquier cosa.