Bolsas

La chica del supermercado encargada de la frutería está muy atareada. Arrastra cajas y ordena cuidadosa y velozmente el género, y, a cada momento, se acerca a pesar las bolsas medio llenas que los clientes le ofrecen. Una mujer cincuentona y bastante arreglada para ser un sábado por la mañana le pide una bolsa para naranjas, y, entre peso y peso, ella le da una bolsa de plástico grande y con asas. Las naranjas abultan mucho.

Al cabo de unos quince minutos me acerco a las cajas automáticas para pagar. Siempre están muy concurridas y hay que hacer cola, pero son más rápidas que las cajas donde hay cajeras porque la gente llega menos cargada. Mientras espero, veo a la mujer, que ya está frente a una de las cajas. Da al botón de usar sus propias bolsas y saca del bolsillo una arrugada bolsa de plástico para naranjas. Mete en ella las cosas que ha comprado y se marcha. Seguramente piensa que ella es la más lista. Yo pienso que es la más miserable.