¡Cómo son ustedes, los de ciudad! Vienen al campo y se quedan pasmados con cualquier cosa, lo miran todo con una extrañeza que asusta, y con asco, que les extraña que haya cagalitas y bichos por cualquier parte, y son todos unos sensibles y en seguida cargan con la procesionaria del pino y esos estornudos que parecen que van a reventar, pero siguen viniendo… Nosotras pasamos de todo, oiga, que llevamos generaciones enteras a lo nuestro, a comer, a criar y a la leche, porque la lana ya, yo creo que ni la aprovechan… Y le advierto que yo tengo mi puntito, ¿no ha visto a las otras, aborregadas sin levantar la cabeza de la hierba, como si se le fuera a terminar mañana, y todas aculando cuando le han sentido llegar? Yo tengo mi curiosidad, oiga, y la niña, también, porque aprende lo que ve, ya iré luego a comer, que la hierba no se escapa; pero mientras, para uno que llega y se pone a mirarme… pues me acerco y examino, a ver si es usted de fiar o le veo malas intenciones. Y le digo una cosa, oiga, me gusta usted, voy a quedarme un momentito aquí, por si podemos hacer algo de amistad, que esas ovejas son muy aburridas.
Esta oveja es de las espabiladas, porque como decía el señor Andrés, son muy modorras.
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La excepción hace la regla. Lo normal es que aculen o salgan despavoridas, pero siempre hay una intelectual…
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Jeje, divertido! 😀
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