Sintió su mirada desde atrás, como si una mano invisible le tocara el hombro para llamar su atención, como si una voz tranquila susurrara al oído su nombre, te conozco, he venido a ver tu exposición, he venido a verte… Apenas había cambiado, supo entonces que no había cambiado en esos años, que ya era así en su memoria escondida y ahora, otra vez, la estaba mirando desde la paz de sus ojos verdes, como entonces, y, como entonces, volvía a pararse el tiempo y nada existía a su alrededor. Le tendió los brazos con una sonrisa, con un gesto acogedor que no dejaba lugar a dudas y ella vio como sus propios brazos se levantaban hacia él, dóciles y obedientes, como si eso fuera parte del orden establecido, y volvió a zambullirse, volvió a aferrarse a un tronco que le permitía navegar por todos los mares, volvió a escuchar su respiración solapada a la de él y a sentir el olor a pan reciente de su cuerpo. Cerró los ojos, emocionada al saberse tan frágil y tan fuerte entre sus brazos y cuando él aflojó la presión y la separó un poco de sí para mirarla, ella sólo supo ver la vida que tenía por delante.
Este sentimiento de poder aferrarse, sin miedo y con esperanza es fantástico
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Guai………..Es el camino
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Srta. Adela, a partir de ahora te seguimos. Muchas gracias por compartir con el cyber mundo. ¡Miau!
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¡Muchísimas gracias!Me encantan los gatos, incluso los invisibles. Gracias…
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