Él cojea de la pierna izquierda. El dolor empezó poco a poco pero sin ánimo de parar y, ante lo irreversible de la situación, decidió apoyarse en un bastón. Y así anda en los últimos tiempos, que si éste es endeble, que si éste hay que cortarlo porque voy colgado de él, que si en éste me resbala la empuñadura y me voy a caer por su culpa…
Ella renquea de la pierna derecha. Acostumbrada después de tantos años, ni siquiera se da cuenta de que la mayoría de la gente camina sin ese balanceo que ella ya tiene asumido como propio; se ha negado siempre a usar bastón y así seguirá mientras pueda, cojitranca.
Ni siquiera me di cuenta de que eran ellos hasta que les tuve a la altura de mis narices, no les conocí porque no les anunció en la distancia el bamboleo de costumbre; no supe ver desde lejos que los dos cojitos iban de la mano y se bastoneaban uno al otro para no caer. Y se miraban sonriendo.
Qué tierno!
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Como si los estuviera viendo ahí mismito a los dos… Como dice Conchilla, muy tierno.
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