Diario de Pepín. Día 16

Cuando mamá y yo volvemos a casa entro a toda velocidad para ver si así se despista y no me limpia las patitas, pero ella no suelta la correa hasta que me coge y no puedo librarme de  las dichosas toallitas. Ella dice que si quiero sofá tiene que ser con las patas limpias, y yo hago como que protesto, pero, en el fondo, no me importa demasiado. Prefiero el sofá, por supuesto.

Después doy un par de lengüetazos al bol con agua fresca y me coloco delante del  comedero, que ya tiene mi porción de pienso, pero no me pongo a comer aunque tenga mucha hambre; espero a que mamá se dé cuenta y se acerque hasta mí, se agache y coja en su mano un puñado de albóndigas. Y siempre es así, primero como de su mano y después ya como del comedero. Mamá y yo.