Quizás no estaban seguros de que su amor fuera duradero, y por eso necesitaron esculpirlo en el árbol, para que perdurara incluso después de que ellos murieran.
Quizás temían que, con el tiempo, cualquiera de ellos quisiera alejarse del otro, y por eso cercaron sus nombres con un candado.
Quizás el árbol, más sabio por ser más viejo, les hizo un favor rompiendo ese candado y dejándolos libres.