Sobrevivir

Uno se acostumbra a sufrir. La piel va haciendo corteza y uno se acuclilla a su amparo; y así recibes los mismos golpes pero se te antojan más lejanos o más leves. Y uno sigue caminando por dónde antes creyó que no podría hacerlo, como un sonámbulo, sin ver el camino y sin mirar atrás. Pero sigue caminando. Quizás sólo se trate de eso, de no pararse nunca.

Eso era lo que intentabas explicarme. Eso fue lo que aprendí…

(De las memorias de Ismael Blanco)

Clausura

Las veo salir de su clausura, siempre de dos en dos, con sus caras redondas asomadas a la ventana blanca de su toca negra, bajo un hábito negro también, del que solo asoman unos pies bailarines que, se me antoja, juegan al escondite esquivando las sayas. Me gusta pensar que una de ellas es la que sabe adonde van y la otra la que sabe lo que tendrán que hacer cuando lleguen, dondequiera que sea; y por eso necesitan ir juntas. También por la mañana, cuando aún las calles están desiertas, salen de a dos y, con las bolsas de basura en la mano, atraviesan la calle hasta los contenedores, bulliciosas y sonrientes, vestiditas totalmente de blanco, juguetonas como dos niñas que se escaparan en camisón.

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