A veces pienso si no miraré demasiado, demasiadas veces, atrás. Pero me doy cuenta de que no es la frecuencia, sino la forma de recordar, lo que importa. El pasado me ayuda a entender mi vida, me ayuda a saber cómo he llegado hasta aquí. No está mal repasarlo, como en las clases repasábamos lo ya aprendido para afianzar los conceptos.
Soy consciente del paso del tiempo. Cuando joven, parecía que todo se daba por añadidura, que la vida era inacabable o el fin estaba tan lejos que nunca llegaría a verlo. Ahora, sé exactamente el lugar que ocupo, en el filo de la navaja.
Ahora cuenta cada minuto, porque cada minuto es un grano de arena en mi reloj.
Ahora es cuando no puedo permitirme tiempos muertos, cuando, en lugar de beberme la vida a tragos, he de saborear cada gota, cada momento, he de mantener todos mis sentidos despiertos y alerta.
No, no tengo miedo a la muerte, si acaso, tengo miedo de morir sin haber vivido.
(De «Las memorias de Ismael Blanco»)