Diario de Pepín. Día 17

Hoy la cartera ha preguntado por mí. Yo estaba adormilado en mi rincón del despacho y no quise salir a saludar porque, por la mañana, me habían vacunado de la rabia. Cuando entramos en la clínica me acordé de las otras vacunas y empecé a protestar, pero no me sirvió de nada. La verdad es que luego se me pasa en un momento, pero tengo que dejarles claro, a mamá y a la veterinaria, que no me gusta que me pinchen. Mamá dice que peso 3 kg y 700 gramos, y la veterinaria dice que no voy a crecer otro tanto como lo que ya he crecido. Y eso le gustó mucho a mamá. La veterinaria, que habla como si sonara una música suave, nos invitó a sentarnos mientras ella escribía en el ordenador y en mi cartilla y mamá me tuvo cogido todo el tiempo. Yo no moví ni pata ni oreja, no fuera a ser que me bajara de allí.

Perros grandes y bonitos hay muchos pero yo creo que, si sigo siendo un perrito pequeño y con esta forma mía de mover las orejotas (se me dan la vuelta cuando pego saltos), de sentarme en la calle como si fuera un perrazo y de mirar con una mirada casi humana seguiré llamando la atención cuando voy por la calle. Aunque, de verdad, de verdad, lo que yo quiero es que mamá me abrace siempre, y me suba al sofá para echarme a su lado, y me deje su ropa o su zapatilla cuando se va, para que se quede conmigo un poquito.

Autor: AdelaVilloria

Trabajo para poder comer. Escribo para poder vivir.

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