“Que no se preocupara…” Siempre igual; harto estaba ya de que siempre le dijera que no se preocupara. Menuda cara se le había quedado… pero es que ya no aguantaba más. “¡Hasta el culo de que no me preocupe!”.
Ella se quedó pasmada, no se lo esperaba, sobre todo no se esperaba aquel tono, qué harto debía estar… “bien, bien, si te molesta… lo siento. No era mi intención” y, a partir de aquel instante ya nunca, nunca, volvió a decirlo; a pensarlo, sí, claro, había instantes que existían solo para llenarse con esa frase, y ahora ya quedaban vacíos. Tan vacíos que, en cada ocasión, él no podía menos de pensar que ella le habría dicho “no te preocupes” y ella, ella sabía exactamente en qué vacío momento los dos echaban de menos aquella ofensa mutua.
Sabes qué es lo q más me gusta? Que en tan poco se pueda decir tanto!
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