Hoy no la he visto llegar, el pelo grasiento, los pantalones raídos llenos de manchas y de agujeros, la chaqueta mal abrochada dejando entrever su pecho sin sujetador y los zapatos de invierno como chanclas. Hoy no me he cruzado con su mirada huidiza, ni la he visto sentada en el borde de la acera con las rodillas abrazadas, ni pasear durante horas cerca del estanco.
Hoy, las colillas se acumulan en la calle, esperándola. Yo también la echo de menos.