Los barrenderos no me dejan pisar
las hojas del otoño,
las busco
como los niños buscan los charcos
para chapotear
y ellos me miran amenazantes
cuando les desbarato un montón echándolas al aire;
alguno, incluso me vocea “¡señora!”,
me habla de usted porque cree que estoy loca
y amaga con pegarme…
pero se queda quieto y me mira,
que luego
le da miedo esa locura
capaz de lanzar sueños
al viento.
Si es que las hojas amontonadas son tentadoras…
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Relaja tanto poderlas pisar….
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