Que sí, que ahora lo cuenta, a pesar de todo; a pesar de las hemorragias y el cansancio, y de boquear como un pez cuando sube dos escalones, y de esos dolores de tripas que le hacen retorcerse, y esos dedos agarrotados que no sujetan ni la cuchara.
Que es como si fuera ayer, trabajando en Madrid hace treinta años, soltero y en casa de la patrona, y comiendo y cenando en el bar, que allí solo iba a dormir y a que le lavaran la ropa, y a otro compañero y a él les cayó lo del aceite, que él estaba hecho una mierda y le decían que no tenía nada porque no salía la enfermedad, aunque te iba matando por dentro; y hasta que, al final, ya lo ingresaron y estuvo a la muerte.
Que eran otros tiempos, que luego nos pagaron todo, hasta las tiritas y el agua oxigenada, para toda la vida; que qué mala suerte tuvimos, ¿no?; porque nadie iba a ser tan canalla de matarnos con ese veneno sólo para ganar más; vamos, digo yo…
Y ni sería esa la primera vez, ni estaremos en la última…
Me gustaMe gusta