Exactamente a la hora prevista alguien empuja la puerta y todos nos volvemos para ver al Caballero de la mano en el pecho entrando en la sala; el porte serio y distante, ensayado sin duda, la mirada franca, transparente y profunda a la vez, y una espalda levemente enhiesta que permite mantener una distancia de seguridad entre él y los demás. Si al tercer Marqués de Montemayor le recortamos un poquito la pelambrera que le adorna la cara, le quitamos el cuello y los puños alechugados y le cambiamos el estoque por un arma más acorde con estos tiempos, como es el portadocumentos, bien podríamos pensar que el modelo de El Greco ha traspasado la barrera del tiempo y lo tenemos delante, trabajando en una consultora, sesudo él, acartonado en la expresión y en los gestos, dispuesto a asesorar a inquietos empresarios que temen aventurarse en el mundo de los negocios.
Muy buena comparación
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