Estaba convencido de que nunca había tenido mucha suerte, aunque, según le decían algunos, la suerte hay que buscarla, que no anda por ahí perdida esperando a que alguien la encuentre, de modo que debía ser que él estaba algo desorientado a la hora de buscar.
Tampoco había sido dado a pensar mucho, siempre fue un poco a lo loco, a lo que le pedía el cuerpo. El problema era que siempre hacía caso de lo que le pedían las tripas, y no de lo que le pedía la cabeza, que el cuerpo tiene muchas partes y cada cual se gobierna a su manera. La duda está en si, de haber hecho la prueba, y haber usado la cabeza para decidir dónde, ahora estaría en el mismo sitio.
Probablemente no, hay que ser muy torpe para pensar que si te pones a pedir dinero en la puerta de un banco alguien va a darte ni siquiera unos céntimos. Si me apuras, ni los buenos días.