Que no, que no es que el chico de la gorra se hubiera marchado lejos o se hubiera olvidado de mí, que no. Que ayer lo vi y me llamó y salí corriendo y ladré y di brincos y me empiné y fui y volví un montón de veces y él se agachó y quería acariciarme pero yo no me paraba quieto de la emoción…
Que la culpa era del confidichoso ese que nos tiene locos.
Que ya estoy yo pensando que a ver si mamá no me lleva al parque y no he vuelto a ver a mis amigos porque el confinoese del demonio no nos deja… Que seguro que él no tienen ningún amigo y no necesita salir de casa…