Diario de Pepín. Día 73

Mamá trabaja casi todo el tiempo que no estamos dando una vuelta por la calle o en el parque. Yo no puedo ayudarla en la oficina pero intento que no se le haga muy pesado. Es verdad que gran parte del tiempo lo paso durmiendo, pero me pongo justo al lado del sillón, lo más cerca que puedo de ella, de forma que, en cuanto se mueve un poco, doy un respingo y me incorporo por si me necesita. A veces salgo a recibir a la gente, y a todo el mundo le hace gracia ver a un perro como yo en un sitio como ese, y todos me acarician y me dicen cosas, pero alguna vez mamá me ha sacado del despacho porque dice que molesto. Yo creo que hago lo mismo de siempre y que el problema debe ser que se junta más gente y, además, hablan y hablan,  y entonces parece que molesto yo.

Lo que más me gusta, cuando mamá está sola en el despacho, es que me coja en brazos y  me deje quedarme sobre sus piernas mientras sigue trabajando. Es que me da el mimo y me pongo de pie a su lado llamándole la atención –dice que no le dé con las patas porque tengo las uñas muy duras y le hago daño-, y entonces ella me coge para abrazarme. Yo aguanto los achuchones sin pestañear, y si me deja un ratito encima de sus piernas, ni me muevo, a ver si ni siquiera se da cuenta de que estoy allí, pero siempre acaba bajándome, claro.

Autor: AdelaVilloria

Trabajo para poder comer. Escribo para poder vivir.

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