Y nunca le recordaba lo que no se podía contar, como si él mismo ya lo hubiera olvidado o como si nunca hubiera ocurrido. Hace años, cuando ella se encontraba con su mirada, no podía menos de pensar “yo sé que tú sabes…”, y una corriente eléctrica le recorría la espina dorsal, como una amenaza, pero, poco a poco, él había comenzado a tener pequeñas lagunas, pequeños olvidos, distracciones sin importancia que fueron a más, y a ella le parecía, por eso, cada vez más adorable. Era tan dócil, tan resignado, tomando su medicina, que se preguntaba si él no lo habría sabido siempre, pero…verle así la hacía tan feliz…