Mientras su padre cerraba la tapa del contenedor, ella y su hermano colocaron como pudieron todo lo que habían recogido en las bolsas arrugadas. La salida nocturna era ya una rutina aunque, en realidad, cualquier momento del día era bueno porque nadie respetaba los horarios para sacar la basura. Decididamente no le gustaba esa palabra, la mayoría de la gente se equivocaba, y se equivocaba casi todos los días, porque no era posible que dejaran allí, sin equivocarse, todo aquello que su mamá transformaba después en el menú del día. ¿O sería que las hadas existen en realidad y mamá era una de ellas?
Muy bueno, pequeña gran hada mía!
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