Crisis

Yo soy como todos ustedes. O mejor sería decir, “yo era como todos ustedes”. Yo llevaba trabajando en una empresa familiar más de veinte años, con un sueldo modesto, pero seguro. ¿Modesto? ¿Se le puede llamar modesto al salario mínimo más algún complemento?. No, ni hace cinco años, ni ahora mismo, se le puede llamar modesto a eso. Lo que pasa es que yo siempre he sido muy ahorradora, muy mirada para no gastar y apañarnos con poco en casa, que eso lo aprendí de mi madre, que en paz descanse, que pasó la guerra y se acostumbró a guardar para cuando vinieran tiempos peores… Tiempos peores, pero, ¿tan peores?; ¿tan peores como estos que estoy viviendo ahora…?

Cuando empezó la crisis, todo se precipitó. Yo me apañaba con mi sueldito, pero me despidieron, y el paro se terminó, y mi hijo cerró el negocio que tenía, que tenían, porque trabajaban los dos en él y ahora son dos parados a la vez, pero sin paro, porque trabajaban por su cuenta; y yo, con mi casa avalando su negocio, y ellos, fuera de la suya porque no pueden pagar su hipoteca…

Lo que parece negro un día, se vuelve gris oscuro al día siguiente, porque cada día es peor que el anterior. No me quejo, porque salud, tengo. De momento. Ellos buscan trabajo entre las piedras, más que trabajo, cosas que poder hacer, algo que permita traer dinero a casa para poder vivir, y yo, limpio casas cuando me llama alguna vecina, pero este barrio es pobre, cada uno tiene que limpiar su propia mierda, y en las empresas no quieren viejas como yo, que se doblan de dolores cuando se machacan.

Hoy he salido a pedir a la calle, porque vamos a comer unas patatas viudas y a la noche no sé qué vamos a cenar. Sí, ya hemos ido a un comedor social, pero tampoco podemos ir todos los días, hay demasiada gente todos los días. No dan abasto.

Yo ya he perdido mi dignidad; no saben ustedes cómo se van bajando escalones hasta el pozo donde estoy. Primero te asustas por lo que pueda venir, luego te enfadas, te enfadas muchísimo con todo y con todos porque no es justo y tú no te lo mereces, y quieres exigir tus derechos, que todo el mundo tiene derecho a vivir siendo honrado, y quieres quemar en una hoguera a todos los políticos corruptos que roban con tanto descaro, y la rabia te va nublando el cerebro…pero luego ya te vas resignando, como si fuera natural que te den golpes, y tu los aguantes sin protestar.

He entrado en un supermercado a pedir a las clientas, y me han mirado con dolor, lo he visto en sus ojos, y me han comprado leche y pan y arroz, y se me han llenado los ojos de lágrimas y de agradecimiento. Luego he entrado en el bar de la esquina; había dos hombres tomando un café, cada vez hay menos gente, a todos nos va peor…Uno de ellos no ha querido mirarme siquiera, seguramente le asusta darse cuenta de que alguien como él, yo soy alguien como él, puede necesitar pedir para comer, y prefiere cerrar los ojos y negar la evidencia. El otro me ha mirado con miedo, como si fuera a contagiarse, y me ha puesto un par de euros en la palma de la mano, sin levantar la mirada. Le he dado las gracias; he recogido un cruasán que me ha envuelto el camarero en papel de aluminio y he salido de allí. Despacio, pero con la cabeza alta.