Estoy cansadísimo. Para ser domingo, estoy mucho más descansado cualquier día de los que voy a la oficina. Esta mañana hemos ido hasta el río, que ya es un camino largo, y había más gente que las otras veces; estaban poniendo cintas de plástico a lo largo de todo el camino pero mamá no me dejó morderlas. Mamá dijo que iba a haber una carrera. Luego seguimos un poco más lejos y mamá echó pienso del que Sofía no quiere -Sofía es muy escogida para la comida- a un montón de gatos que había por allí. Había un gato que solo tenía un ojo y todos tenían mucha hambre, porque se acercaron en seguida a comer, sin asustarse de nosotros ni nada. Pero mamá tampoco me dejó acercarme a ellos. ¡Y mira que insistí!
Al volver a casa yo me he tumbado en la camita nueva que nos trajo ayer mamá. Nos gusta mucho a los dos, a Sofía y a mí, pero no nos tumbamos los dos a la vez porque, aunque cada vez nos llevamos mejor, conviene no ir muy de prisa. Yo he estado tumbado todo la mañana, menos las veces que he ido a ver a mamá, pero ella ha estado todo el tiempo haciendo cosas en casa, incluso ha cambiado los muebles de sitio en una habitación. Se ha pegado tal paliza que hasta yo me he cansado. ¡Menos mal que después los dos nos hemos dormido la siesta en el sofá!