Dice mamá que soy un sinvergüenza porque si me lleva de la correa tiene que tirar de mí y, cuando me la quita, no me separo de su lado. Como por la mañana casi no hay gente, llevamos ya dos días en que mamá me suelta y yo correteo por la hierba, aunque, a veces, si la hierba está muy mojada, voy por la hilera de piedras que bordea el verde, y luego, cuando llevo ya un ratito portándome bien, le pido un trocito de colín.
Esta mañana, cuando estaba en el parque, apareció un perro enorme, un perro negro que ya me ha olido otras veces. A mí no me dan miedo los perros grandes, porque yo me empino y me pongo a bailar en sus hocicos y ellos se quedan como pasmados. Pero luego vino otro perro que era un cachorro, pero era grandísimo y con mucha fuerza y muchos nervios, y quería jugar pero no paraba y nos estaba volviendo locos a todos. Sus papás se enfadaron con él y le gritaron diciéndole que yo era muy pequeño y que tuviera cuidado, pero él dale que te pego como un bruto. Yo me asusté, hasta el perro negro se separó un poco y mamá me cogió en brazos, pero el perro loco seguía dando brincos sin hacer caso de sus papás. Al final a mí no me hizo nada pero a mamá le pegó unos pocos arañazos en los muslos por protegerme. El bruto de Max. El próximo día que lo vea no voy a jugar con él y no voy a dejar que se acerque a mamá.
Muy bien Pepín hay que cuidar de las mamás. Eres un crack, sobrino mío.
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