Diario de Pepín. Día 92

A Inés le falta media oreja; se la arrancó otro perro de un mordisco cuando estaba en la perrera. Yo creo que, por eso, Inés no sabe jugar. Cada vez que llego, tiene que demostrar que es la que más corre, y la que más fuerza tiene, y la que más salta y, claro, yo soy pequeño, y ver a un galgo enorme que se te echa encima con las manos por delante es un mal trago. Por eso chillo con el primer revolcón y en seguida le riñen pero yo ya no me separo mucho de mamá, por lo que pueda pasar.

Cada vez me porto mejor. Cuando mamá está comiendo, o cuando trabaja en casa, yo me pongo cerca de ella, en el sofá, y espero pacientemente a que ella me dé un trocito de pan, o a que me diga que vamos a salir a pasear.