Estar de vacaciones es muy cansado. Vas y vienes de los sitios y apenas descansas, no como cuando estamos en la oficina, que trabajamos, pero a mí me da tiempo a dormir. Hoy hemos ido a un sitio que yo no conocía, tan lleno de gente que era un agobio, todo pies y piernas, sin hueco para que pasáramos los perros que, por cierto, éramos muchos. Mamá me cogió en brazos unas cuantas veces porque yo creo que nos estábamos agobiándo los dos. Dice mamá que, cuando ella era niña, la abuela le reñía porque siempre iba mirando al suelo, así que, ahora, no le iban a faltar motivos porque desde que me vigila, no mira para otro lado.
Yo tenía muchísimo que olfatear y no tenía un momento de sosiego y, además, todos los niños que se cruzaban con nosotros querían tocarme. Y había muchos también. Entre los mayores que me decían cosas y los niños que me tocaban no había forma de caminar.
Yo no sé si durará mucho esto de llamar tanto la atención. A mí no me importa, incluso me gusta; pero espero que mamá no se canse.