Mamá dice que toda ese agua es el mar y toda esa arena es la playa. A mí me da igual cómo se llamen, para mí siguen siendo agua y arena, pero en unas cantidades enormemente grandes. El mar se mueve todo el rato y la arena tiene un olor riquísimo, pero meto los hocicos y no saco nada, solo el olor, y se me quedan pegados granitos que me hacen cosquillas. Por encima del mar hay pájaros grandes y blancos que yo no había visto nunca, y chillan como si se quejaran por algo. Y siempre hay mucho viento.
Cuando hemos vuelto a la casa de ahora ha venido la perra Braco a verme y a jugar conmigo. Dice su papá que se llama Babos. Ayer echamos muchas carreras, ella estaba cansada y yo no, pero hoy estoy un poco cansado porque eso de la playa cansa mucho -y subir y bajar del coche, eso sí que me agota-. Total, que he chillado un par de veces como si me hiciera daño y luego me he subido de un brinco al sillón de mamá, porque allí Babos no se atreve. Un minuto más tarde, Babos ya me había dejado en paz, pero yo he aprovechado y me he quedado un poco más. ¡Se estaba tan bien!