La vida simple

Si lo pensaba detenidamente, él no era un hombre brillante; pero, ¿para qué quería ella un hombre brillante, capaz de eclipsar con su luz la suya propia, o capaz de atraer, por el mismo motivo, a todas las mariposas que revoloteaban por ahí? ¿Cómo explicarle que lo que ella necesitaba en realidad era un hombre normal que supiera hacerse imprescindible? Sí, un hombre que supiera manejarse en el noble arte de la esgrima, con reflejos e imaginación y capaz de marcar sin herir; un hombre de tierna sonrisa y sosegados silencios; un refugio, a veces, y un niño siempre, pero, sobre todo, lo que ella necesitaba, era un hombre capaz de ordenar el frigorífico porque ella era una inútil para eso y estaba harta de encontrarse la fruta enmohecida y los yogures caducados.