Leer

Fue el ruido de la puerta al cerrase de golpe lo que la devolvió a la realidad. Incluso se asustó un poco y levantó bruscamente la cabeza mirando alrededor con temor. Cerró el libro y esperó. De nuevo iba a repetirse la misma escena de siempre, su madre, reprochándole que no hubiera hecho las tareas que le había encargado; su hermana, mirándola con un aire entre la reprobación y la conmiseración, y ella, sin saber qué decir, sin entender por qué debía  justificar que no quisiera convertirse en una mujer de su casa, por qué odiaba tener que limpiar o coser cuando en los libros la acechaban tantas cosas interesantes, tantas vidas por vivir sin moverse de aquella habitación que era una ventana abierta al mundo, hasta que había llegado su madre son sus estúpidas normas de educación y la había convertido en una cárcel.

Ausencia

Ocupó su tiempo como supo, trabajó concienzudamente, salió con amigos, visitó museos y exposiciones, fue al cine y a conciertos, salió a caminar y montó en bicicleta, incluso durmió la siesta y leyó cada noche hasta quedarse dormido y, cada día, sin previo aviso, aquella sensación repetida que interrumpía cualquier cosa que estuviera haciendo, un vuelco que localizaba en el estómago, el tirón de una cuerda invisible… Y entonces se daba cuenta de cuánto la echaba de menos.