Personajes I

-¡Mierda!- Torció la boca en un gesto de dolor y tiró la maquinilla de afeitar en el lavabo, mientras se abalanzaba a por un trozo de papel higiénico.

¡Joder! Siempre igual… –pensó mientras retiraba con una toalla los restos de jabón. Sin querer, se llevó por delante también el hilillo rojo que corría por el cuello y el papel secante, manchado de sangre, que se desprendió y cayó sobre el agua retenida, nadando entre isletas de espuma a medio deshacer. Afanado como estaba, la vio a través del espejo, despeinada y con los párpados hinchados por las pocas horas de sueño, empujando con su cuerpo la puerta y pasando a su lado. Instintivamente se apretó contra el lavabo para dejarle sitio, pero ella pasó sin mirarle.

Ya manchaste la toalla… Más vale que te dejes barba-. La oyó con ese tono plomizo que utilizaba cuando estaba molesta con algo, y que cada día le resultaba más familiar. No le contestó, no merecía la pena. Aquello no era una conversación, de modo que salió del baño sin decir nada.

Se bebió el café que había preparado antes de ducharse y se comió a tropezones las galletas, de pie junto a la encimera; al menos había tenido la precaución de no vestirse antes, no fuera a tirarse el café sobre la camisa limpia, y eso sería ya una tragedia porque, de su antiguo fondo de armario, le quedaban dos camisas presentables y la otra estaba sucia del día anterior. Bien era verdad que los puños de ésta se veían desgastados por debajo de las mangas de la chaqueta, pero él había conseguido una cierta habilidad para que quedaran medio ocultos, se tiraba de las mangas desde las sisas antes de entrar a una entrevista y así, cuando extendía el brazo para estrechar la mano y saludar, los puños quedaban rezagados, allá en el fondo. Además, utilizaba corbatas discretas, había arrinconado las de colores o estampados llamativos, para evitar que la mirada de su interlocutor se fijara en ellas y, de paso, lo hiciera también sobre las puntas requemadas del cuello de la camisa.

Se vistió con cuidado, con gestos ensayados cada día de cada año de los dieciocho que había pasado visitando médicos y hospitales, saludando con una sonrisa de anuncio de crema dental y  un apretón de manos, ni demasiado fuerte ni demasiado flojo –el lenguaje corporal es importante, le decían en las charlas de marketing-, pagando cafés o lo que se terciara, repartiendo literaturas de medicamentos que ya hasta le habían escatimado en los últimos tiempos.

-¿Qué vas a hacer hoy?- le preguntó ella, y, casi de inmediato, retiró la mirada y dejó caer la comisura de los labios para susurrar con ironía su propia respuesta –. Lo de todos los días, supongo –y se alejó con la taza entre las manos.

Sí, lo de todos los días-. Elevó un poco la voz para decírselo porque necesitaba que ella lo escuchara,  y deletreó cada palabra para que quedara claro, muy claro, incluso para que también le quedara claro a él mismo. -¡Busco trabajo tooodos los díasss…!- y lo subrayó con un barrido de su mano derecha, tajante, decidido. No puedo quedarme en casa esperando a que alguien me llame. Puedo morirme esperando, y nadie me echaría de menos ahí fuera. Ni aquí dentro – se mordió los labios para no decirlo, pero se dio cuenta de que ella había tenido el mismo pensamiento. Se dio cuenta porque le había dado la espalda y le había dejado sólo en la habitación.

Autor: AdelaVilloria

Trabajo para poder comer. Escribo para poder vivir.

6 opiniones en “Personajes I”

  1. Definitivamente me gustan. Veo siempre algún matiz técnico pero son buenos, realmente buenos. Ahora estamos modificando la web pero pronto podré crearte, si quieres una sección propia para estos relatos. Besito

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